Escaleras al cielo

Un don dado a mí por la vida…
Un don con el que fácilmente puedo jugar y crear historias, mitos y leyendas.
Un don que hoy trata con fuerza de asomar, recrear e intentar describir lo que sentí hace tres lunas atrás, describir la maravilla y la perfección de 
una noche que soñé.

Pero sencillamente no puedo…
Mi pluma no arranca a escribir, no hay tinta, mi mano no quiere moverse, no hay ni existen palabras exactas y precisas para describir el derroche de magia, el derroche de placer, el derroche de pasión, de deseo puro, de piel que me ha hecho quedar como esa melodía: “quedo en cero amor”  
Esa noche nada quedó en su lugar. “Ahora mi corazón se parte en dos” con solo recordar tu cara al abrir la puerta. Una puerta, que abierta, te conduce a mi humanidad y que junto a tu cuerpo bailan dulce y tiernamente al son del hilo musical.

Música que nos lleva a tomar una escalera cuyo primer peldaño nos envuelve en una suave nube blanca de suaves pétalos, que, con la fuerza de un arnés, nos une y nos ata como uno solo en ese instante. Y como uno solo, dejamos salir nuestras almas a momentos que nos llevaron donde anhelábamos estar; instantes que nos hicieron olvidar lo que somos y ayudaron a vivir lo que deseábamos sentir y que no pudo ser vivido en el pasado. Ese instante olvidamos por un momento el mundo de horarios, reglas y condiciones para entregarnos a darnos lo que más queríamos y a lo que cada cual llama por su nombre… 

Ese primer peldaño que escalé a punta de besos con labios traviesos, bajo la complicidad de un espejo solo reflejaba chispitas y luz. Una parada que nos condujo a saborear, bajo la luz de una vela, la textura de una hierba, el sabor preciso de una oliva, la suavidad de una fruta roja cuyo aceite podía correr y pintar mis labios, el tibio corte de una piel aderezada, que, amenizada por una amigable conversación de dos cuerpos desnudos de alma y cuerpo, completa la llegada al segundo peldaño de una escalera que nos lleva a un refugio donde podemos ser quienes realmente queremos ser… 

 Paso a paso, beso a beso, bailando como las olas del mar y luego acostada sobre unos pétalos rojos que, con el calor, los hacía derretir para pintar de rosa la nube, los cuerpos y las medias, tu hermoso cuerpo perlado me permitió recostarme junto a ti para iniciar hacia el camino del tercer peldaño. Un peldaño que empezaste a subir y que, para no escapar, sellaste.

Esa atadura, que me anclaba a tu piel, junto a esos pétalos que hacías caer sobre mí, se derretían de inmediato con el fuego que emanaba de mi cuerpo y que avivabas en vez de apagar, con el alcohol helado y frío, que destrozaba mis sentidos y aceleraban mis latidos.  Vibraciones que aceleraste de golpe, cuando divertida y sorpresivamente, te levantaste a vendar mis ojos y que, ante semejante momento de éxtasis, se produjo el quiebre de la presa, que sostenía a mi desbordante mar…

La mejor parada y momento de la noche que nos condujo al cuarto peldaño es la que no puedo describir.  En pasados encuentros inocentes, una melodía con tu voz era un deseo anhelado de mi oído; una noche como esa noche, un deseo personal e íntimo; el danzar al son de tu cuerpo, era un deseo de mi piel. Y como el Abracadabra, sea sentido o fingido, sea verdad o no, se hizo realidad. Una parada, en la que nada más de recordar se me eriza la piel, mi mano se detiene porque mi mente no puede colocarle palabras y describir semejante sensación, porque quedo corta…

Fue la vida extremadamente generosa conmigo cuando estando de lado y viendo mi cuerpo abrazado a ti frente al espejo que de tu boca no ” se esfumó tu amor” como decía la melodía y el autor, sino que se” agolpó ” a llenarme de caricias y a cantarme una melodía que ni el mismo Dudamel podría dirigir, ni Bocelli podría cantar. Fue tu dulce voz, ni siquiera la letra, la que llegó a lo más profundo de mi ser y me llenó de sensaciones indescriptibles, que de no estar tan clara como lo estoy, me hubieran hecho volver a enamorarme de ti en ese mismo instante…

Pero ya habiendo llegado al cielo debo bajar los peldaños para volver al mundo real y seguir escribiendo mi historia; debo seguir mi camino, debo buscar donde anclar mi velero, atracar en puerto seguro y llegar a los brazos de alguien que sea mío de verdad. Gracias, por tu voz esa última noche, no consigo otra palabra.  Gracias por tu presencia, por ser cómplice de un sueño que nos robaron y que hicimos real y, gracias por inspirar mi última melodía…